miércoles, 26 de mayo de 2010

FILOSOFÍA Y FÚTBOL

Les paso este texto que refiere a un tema que hoy conversamos en clase con los chicos de 5to.A y los invito a que averigüen datos sobre el filósofo que firma esta nota de opinión.


18.07.2006 | Clarin.com | Opinión

TRIBUNA
¿Fue correcto darle el Balón de Oro a Zidane?

La conducta del jugador francés no se ajustó a la ética de Aristóteles. Demostró, con su reacción, carecer de excelencia de carácter.

Claudio M. Tamburrini*

¡Al fin se supo qué le dijo Materazzi a Zinedine Zidane en la final de la Copa del Mundo! La afrenta que llevara al capitán de la selección francesa a dejar a su equipo acéfalo y desmoralizado no tuvo ribetes racistas, por ejemplo "¡Inmigrante árabe, volvete a tu país!" Tampoco se trató de una inventiva con connotaciones político-religiosas, al estilo de "¡Musulmán terrorista, ya nos vamos a hacer cargo de vos!" Nada de eso. Fue, simplemente, uno de esos insultos referidos a la virtud de castidad de madre, hermanas y demás parientes femeninos del agraviado, al cual los integrantes de la diáspora italiana que ha venido a dar por estas tierras estamos tan acostumbrados a escuchar, sobre todo en una cancha de fútbol.


Por supuesto, la frecuencia con que una conducta reprobable se practique dice muy poco acerca de su justificación. Materazzi actuó incorrectamente. Pero que uno de los mayores futbolistas del momento caiga ingenuamente en tal provocación no deja de ser una decepción. ¿Es merecedor, entonces, Zidane del Balón de Oro?

A juzgar por las opiniones de aficionados y periodistas deportivos, Zidane merece ese título a pesar de su triste salida de escena. Un momento de descontrol, se dice, no debe opacar ni su trayectoria ni su brillante actuación en el campeonato mundial. En mi opinión, sin embargo, la reacción de Zidane denota la ausencia de ciertas virtudes fundamentales en un deportista.

En primer lugar, un deportista de elite debe hacer gala de cualidades físicas y técnicas. Zidane, sin duda, cumple con ese requisito, aún teniendo en cuenta que hace tiempo que tuvo el pico máximo de su rendimiento físico.

Existen, además, otras virtudes o excelencias que un deportista debe poseer, definidas ya en la filosofía ética de Aristóteles. Según el filósofo helénico, el ciudadano virtuoso debía poseer la capacidad de encontrar el justo equilibrio entre dos estados deficientes, uno por falta y el otro por exceso. La virtud de la generosidad era por ejemplo el punto medio entre el vicio de la avaricia y el del despilfarro. A estas cualidades morales, Aristóteles sumaba también las virtudes intelectuales y de carácter.

Entre éstas últimas figuraba, por ejemplo, la templanza, consistente en un estado de armonía, el punto medio entre la ira y la indolencia. Zidane ha demostrado con su reacción carecer de esa excelencia de carácter que nos permite reaccionar ante afrentas y humillantes mostrando tranquilidad de espíritu. Es, además, reincidente. Además de sus numerosas expulsiones por agredir a rivales, el 24 de octubre de 2000 el astro francés fue expulsado por un cabezazo similar al de la final del domingo pasado contra el jugador Jochen Kientz, en el partido por la Champions League que la Juventus perdiera ante los alemanes por 3-1.

Entre las virtudes o excelencias intelectuales, Aristóteles incluía la capacidad de planear y desarrollar una estrategia adecuada para conseguir un fin perseguido, seguida de la habilidad técnica de llevar a cabo ese plan (ayudado, en gran medida, por la virtud moral de la tenacidad, el punto de equilibrio entre la terquedad, que nos lleva a seguir esforzándonos en conseguir cosas cuando ya no hay ninguna perspectiva de éxito, y el desánimo que hace que ni siquiera nos esforcemos). Obviamente, estas virtudes son altamente relevantes para un deportista de elite. Pero Zidane no las posee, por lo menos no totalmente. ¿Cómo entender de otra manera el hecho de que no haya sido capaz de mantener su fin táctico último y darse cuenta de que era simplemente provocado para hacerlo salir de sus casillas y perder el juego?

Un argumento que ha sido esgrimido para no quitarle a Zidane el Balón de Oro es el siguiente: "Los vicios de carácter de un jugador no deben influir en el juicio que los demás hagan sobre su excelencia deportiva. Los jugadores de fútbol y, en general, los atletas no han elegido ser modelos para la juventud. Es injusto por lo tanto imponerles esa carga no deseada ni aceptada por ellos". El argumento es en verdad de mucho peso. ¿Acaso no se debe reconocer la grandeza deportiva de Maradona, a pesar de sus fracasos y falencias personales?

Ese argumento, sin embargo, no es aplicable a Zidane. En primer lugar, el cabezazo a Materazzi fue cometido dentro de la cancha y tuvo por lo tanto incidencia direc ta en la actuación de Zidane y en el desarrollo del juego. En segundo lugar, la forma en que agredió al jugador italiano sugiere que, a diferencia de otras falencias de carácter difícilmente controlables por el sujeto que las posee, Zidane podía haber reaccionado de otra manera. Si la afrenta fue tan terrible como Zidane ha querido hacer valer en sus últimas declaraciones, ¿por qué entonces no asestarle directamente un cabezazo en la cara a Materazzi? Generalmente un golpe en el pecho no produce lesiones de importancia en el agredido. Zidane parece haber sido consciente de eso en el momento de agredir al italiano. Aparentemente, no intentó lastimarlo, pero no quiso dejar de hacer notar que no estaba dispuesto a tolerar ese tipo de afrentas. En un sentido, la elección de una forma de agresión más leve habla en favor de Zidane. Pero en otro sentido lo condena aún más, porque demuestra que, lejos de reaccionar instintivamente a una provocación, estaba en condiciones de controlar sus reacciones.

Zidane fue galardonado en parte como compensación por la triste manera en que se retirara de la práctica profesional del fútbol. Ese criterio extradeportivo no debería, sin embargo, influir en la elección del ganador del Balón de Oro. Corresponde, entonces, quitárselo a Zidane y dárselo a Cannavaro, como reconocimiento a su actuación sobresaliente en la última línea de Italia. ¿O acaso no cuenta también en el fútbol la excelencia táctica en la defensa?

*Filósofo del deporte, Centro de bioética, Universidad de Estocolmo. Ex jugador de fútbol.


http://www.clarin.com/diario/2006/07/18/opinion/o-02901.htm



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