domingo, 25 de abril de 2010

LA CONCIENCIA EN GUARDIA

Con este texto trabajaremos en las próximas clases de Filosofía y de ECI IV.

En revista Ñ
Del 21 de septiembre de 2oo2


DE UN PENSADOR A UN MILITAR
La conciencia en guardia

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3 de junio de 1959

Querido Sr. Eatherly

Quien le escribe es un desconocido. Usted, en cambio, es muy conocido para mis amigos y para mí. No importa si estamos en New York, en Viena o en Tokio, observamos ansiosamente el modo en que usted trata de manejar su condición. No por curiosidad, ni porque estemos médica o psicológicamente interesados en su "caso". Sino porque, llenos de ardiente preocupación, nos hemos propuesto, como tarea cotidiana, abrirnos camino a través de los problemas morales que están bloqueando el camino de la humanidad. La "tecnificación" de nuestra existencia: el hecho de que hoy es posible que, indirecta e ignoradamente, tal cual tornillos en una máquina, podamos ser usados en acciones cuyos efectos están más allá del horizonte de nuestros ojos e imaginación, a los cuales, si pudiéramos imaginarlos, no aprobaríamos. Este hecho ha transformado los fundamentos de nuestra existencia moral. Entonces, podemos llegar a ser "inocentemente culpables", una condición que no había existido en los tiempos menos técnicamente avanzados de nuestros padres. Usted entiende lo que esto tiene que ver con usted. Después de todo, usted es uno de los primeros que han sido atrapados en este nuevo tipo de culpa, en la cual cualquiera puede quedar atrapado hoy, o mañana. Lo que podría ocurrirnos mañana, le ha ocurrido a usted. Por lo tanto, usted está jugando el gran rol de un ejemplo coronado (crowning example), incluso el de un predecesor.

(...) Usted era joven y no podía discernir. Usted lo ha hecho. Pero puesto que lo ha hecho, podemos aprender de usted, y solamente de usted, en qué nos transformaríamos si hubiéramos sido usted, si fuéramos usted. Verá, usted es terriblemente importante para nosotros, incluso indispensable. Por decirlo así, nuestro maestro.

(...) Le ha sucedido dejar 200.000 muertos detrás suyo. ¿Y cómo podría una persona movilizar un dolor que abarca a 200.000? ¿Cómo puede uno arrepentirse de 200.000? No solamente usted no puede hacerlo, no sólo nosotros tampoco podemos hacerlo, nadie puede. No importa cuán desesperadamente lo intentemos, el dolor y el arrepentimiento resultan inadecuados. El fracaso de sus esfuerzos no es su culpa. Es una consecuencia de lo que previamente había descrito como la novedad decisiva de nuestra situación. Que podemos producir más de lo que mentalmente podemos reproducir; que no estamos preparados para los efectos que podemos provocar con las máquinas construidas por nosotros mismos; que los efectos son demasiado inmensos para nuestra imaginación y para los fuerzas emocionales a nuestra disposición. No se reproche a sí mismo por esta discrepancia. Pero aunque el arrepentimiento no pueda lograrse, usted debe experimentar diariamente la frustración de sus esfuerzos. Porque fuera de esta experiencia de fracaso, no hay otra cosa que pudiera reemplazar al arrepentimiento, que pudiera prevenirnos de tener algo que ver con tamaño acto monstruoso. Que usted, puesto que sus esfuerzos no pueden llegar a buen fin, reaccione descoordinadamente y en pánico, es comprensible. Casi se podría decir que es una prueba de su salud moral. Porque sus reacciones prueban que su conciencia está en guardia.


Fragmentos de la carta Nº 1, en Burning Conscience. The Case of the Hiroshima Pilot Claude Eatherly told in his Letters to Gunther Anders. Monthly Review Press, Nueva York, 1962. Traducción: C.F.